La relación de pareja es central en las imágenes sociales de la felicidad, tanto para los hombres como para las mujeres. Hay muchos tipos de parejas: casadas o no, conviviendo o no, del mismo sexo o parejas de hombre y mujer, pero todas ellas tienen en común el considerarse como la representación del amor y de la idea de felicidad. Una pareja en concreto puede ser el origen de problemas y conflictos, puede no traer más que sinsabores, pero la imagen ideal de la felicidad individual, en nuestra sociedad, pasa por tener una pareja. La pareja es un deseo que siempre está presente, aun entre las jóvenes que viven solas. Incluso, el vivir solas con relaciones estables de pareja es una de las formas más valoradas por las jóvenes como garantía de su independencia. No es posible más que para las mujeres que tienen ingresos propios. Y es dentro de estas mujeres, que son las que más pueden elegir sus formas de relación, donde vamos a encontrar un mayor nivel de libertad y de innovación. Actualmente las mujeres jóvenes tienen abiertas todas las posibles opciones: las que viven solas, las que viven en pareja sin casarse y las que optan por contraer matrimonio. Los argumentos a favor de cada una de estas opciones son diversos; sin embargo, la característica que las impregna a todas y les da una cierta homogeneidad es que todas ellas están presididas
por la eventualidad. El rasgo común que presenta esta gama amplia de formas de pareja y de convivencia es la precariedad. En la sociedad actual el carácter de eventual es en el trasfondo de todas las relaciones de pareja. Se han acabado las certezas y no hay seguridad de que ninguna de estas formas de vida y convivencia sea para siempre. Las que más apuestan por la estabilidad son obviamente las que contraen matrimonio pero aun las casadas saben que las cosas pueden evolucionar de manera imprevista y con frecuencia hablan de la posibilidad de una ruptura.
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